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Townstories

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Mi mundo pequeño

Francesca Pinna


En la calle que conduce a mi casa hay una hilera de árboles, están alineados en la acera, frente a las casas. En el centro, el recto gris del asfalto, es una pizarra donde puedo leer todas las etapas de mi existencia.

He crecido en esta calle y ella ha crecido conmigo. Fue un montón de rocas que se desmenuzaron bajo el sordo ruido de las minas. Conozco a los hombres que la construyeron, sé del olor de su duro trabajo; y a las piedras que yacen en el fondo. Son los mismos con quienes jugué a "furrioli". He seguido todas las fases de los trabajos y mientras la calle tomó su forma, crecí y me hice mujer.

Más allá de los árboles, un jardín. En mi infancia era un prado. En primavera era una explosión de colores que recogía para hacer guirnaldas y pendientes.

En el aire cristalino de mayo florecía la retama, era un mar dorado en donde jugábamos al escondite (era más alta que yo). Cuando ya cansada y exhausta miraba, tumbada, los pequeños estratos blancos en lo alto, eran estelas de sueños en diáfanas barquitas.

En junio la retama daba de nuevo al cielo su savia; hacíamos pequeños haces que quemábamos la noche de San Juan, saltábamos la hoguera, con un palo en la mano, desafiando el torbellino de centellas que nos acariciaban los cabello. Con el olor áspero del humo comíamos el pan frito que llevaban las madres, alrededor de fuego, allí donde la comunidad se reunía para celebrar un ritual milenario.

Alegría y agitación son mis compañeros de viaje pero cada vez que vuelven los recuerdos no son de nostalgia sino de dulzura.

La emoción tiene el color de la hierba renacida, es mi respiración que resbala en el rumor de los árboles, es el gusto de las moras en el corazón, es la canción del pájaro carpintero en la rama, está en este pequeño espacio del mundo donde se encuentra mi calle, mi casa, el hogar en donde el alma se reconforta.

Corrección: Antonio Machado Sanz