Townstories

Hay un lugar, sobre todos, que me hace sentir en casa, mi ciudad.

Mi ciudad, que en cada parte está viva,
tiene un canto para mí,
a mi vida pensativa y altanera (U.Saba)

Mi canto está en la calle Emilio Lussu, una avenida arbolada de plátanos que en la hermosa estación tiene un lozano follaje, de un verde intenso. Al final el barrio de Scalarba parece una aldea pequeña crecida en la cuesta de una colina. En un extremo la Iglesia de la Sagrada Familia, con su forma cóncava, parece preparada para darte un abrazo.
Más allá de la avenida un estadio que siento ruidoso y animado durante el día y tan silencioso por la noche, tan cercano, que puedo percibir el ruido de la hierba que crece…
Mi casa se asoma a la avenida, junto a un palacio inacabado, abandonado, abrigo de pájaros y sueños frustrados. Durante el día los palomos ojean las ventanas oscuras y vacías. De vez en cuando arrullan a los vecinos más cercanos con su ridículo grito redondo. Al lado, un gran pájaro metálico abandonado, parece desafiar al cielo. Es una grúa mecánica con un largo brazo que, a la puesta de sol, se llena de gorriones desahuciados de los árboles de la avenida, plátanos a los que una enérgica poda ha desfigurado. A cientos, posados sobre el pájaro mecánico, como sobre una gran madre, arrojan al aire sus gritos. El perfil de sus pequeños cuerpos diseña formas delicadas que ablanda las líneas rígidas del monstruo de hierro. Su canto es un susurrar alegre, como si estuviera en el jardín del Edén. De golpe, se calma como en un juego de prestidigitación y los gorriones desaparecen. Entonces se hace el silencio.

Si no pretendo demasiado (una sensación de plenitud, felicidad y perfecta satisfacción que me son desconocidas) puedo decir que me siento en casa, me siento viva y me siento en armonía.

Corrección: Antonio Machado Sanz