La casa donde nací y en donde todavía vivo, está en Macomer, en la calle Roma, una calle céntrica, no muy antigua, pero una de las más bellas. Es la única no asfaltada, está enlosada.
En esta calle están toda mi vida y mis recuerdos.
Bastaba con asomarme a la ventana para ver y paladear ese pequeño mundo en el que se encontraba todo lo necesario para la buena vida de una pequeña comunidad.
Subiendo de la calle principal, Corso Umberto, podía entrever, con la puerta abierta generalmente, al zapatero (tío Antiogu). Yo permanecía encantada mirando sus expertas manos que trabajaban el cuero. Más adelante estaba el primer cinema de la ciudad, el Verdi, que tanto frecuentaba de niña y que durante el carnaval funcionaba como sala de baile. En ese tiempo mi calle era la pasarela de las máscaras.
Frente al cine estaba situado un restaurante cuyo escaparate dejaba ver las especialidades que ofrecía según la temporada del año, como los churro en carnaval, que impregnaba toda la calle con su olor característico. Un poco más adelante está situado el primer edificio de las escuelas primarias, construido en los años veinte y que nosotros llamábamos "el escolástico", en una pequeña plaza arbolada donde los niños juegan, todavía, protegidos de los automóviles. En esta plaza, durante las fiestas del pueblo, por San Antonio y por el patrón San Pantaleón era y es erigido hoy en día, el escenario donde actúan durante varios días conjuntos de música moderna, poetas sardos y grupos folclóricos que cantan y bailan.
Hoy con la expansión demográfica se han trasladado el cine, el restaurante y los cuarteles que existían. No están ni el zapatero ni el pequeño almacén. Ya no se sienten los olores típicos de aquellas épocas, pero para mí queda la más bella e importante calle de Macomer, porque apenas piso sus losas ya me siento en casa. Aquí está mi vida pasada, actual y espero que futura.
Corrección: Antonio Machado Sanz