Yo he recorrido bastantes partes del mundo y he tenido la suerte de conocer a mucha gente, creando, también, sólidas amistades que todavía perduran a pesar de las distancias geográficas y con intercambios mutuos de hospitalidad, por lo tanto, me sucede que puedo pasar largas e inolvidables vacaciones.
Por la exquisita hospitalidad de que he sido objeto, siempre me han hecho sentir tan cómodo, como si estuviera en mi casa.
Como en casa, pero no en casa, porque, una secreta punzada de nostalgia afloraba al disfrutar de estancias agradables pero carentes de algo. Ese algo es estar en la tierra donde se hunden mis raíces, es mi ventoso y activo pueblo, es mi familia (perro y gato incluidos), son mis viejos amigos, y los nuevos, y nuestras interminables y deshilvanadas discusiones, la casa con el jardín siempre invadido de pájaros, florecido y un poco descuidado, de mis vecinos amables y parlanchines, y de la cantidad de cosas que amontono para mis hobbies y no sé por qué.
Son también las ansiedades, las preocupaciones, los enfados y todo cuanto contribuye a hacerme sentir no aparcado en el limbo, pero sí partícipe activo en el contexto que amo, y en el que me siento de verdad en casa.
Corrección.Antonio Machado Sanz