Era un día claro de enero, cuando por primera vez y con mi licenciatura fresca, llegaba a Macomer. Aunque la ansiedad y la tensión eran fuertes, el intenso azul del cielo y el sol que iluminaba las casas habían preparado bien mi corazón. Nos albergamos mi hermano y una amiga en el Hotel Estación. El hotel ya no existe, era un bello edificio antiguo, con varios pisos, un poco oscuro, que en el pasado había albergado a huéspedes ilustres.
Atravesamos la plaza Dos Estaciones, nos encaminamos por el corso Humberto, la calle principal de Macomer. Los edificios no eran demasiado altos pero estaban bien conservados: negocios, bar, oficinas y otros edificios con letreros de todo tipo. A pocos pasos, pasada la Plaza de San Antonio nos encontramos con la escuela media N.2, nuestra meta. El edificio nuevo, de color verde, con jardín, me impresiono favorablemente. El director fue muy amable y acogió favorablemente mi petición de suplencia.
Macomer me pareció una graciosa ciudad, limpia y ordenada, puedo decir que alegre, iluminada por el sol como en aquellos primeros días de mi estancia aquí. En seguida conocí el viento, la nieve y el frío (entre las primeras palabras en sardo que he aprendido estan :"titita!" "che freddo!")
La casa en la que me fui a vivir estaba en el mismo barrio en el que vivo ahora. En la escuela me encontraba bien y tenía buenas relaciones con todos. Poco a poco he ido conociendo mejor a las personas y la ciudad que me hospedaba. Me he casado con un sardo y desde hace treinta años vivo en esta pequeña ciudad del Marghine (cadena montañosa de la Cerdeña central).
No lejana del mar, a unos 30 Km. Por su posición geográfica, ha sido desde la prehistoria, una importante encrucijada en el corazón de Cerdeña. Desde aquí parten carreteras en todas las direcciones y tiene una importante red ferroviaria . La línea ferroviaria que la une con Sassari,Cagliari, Nuoro, Bosa divide la ciudad en dos partes conectadas entre ellas por pasajes subterráneos peatonales, un pasadizo elevado y algunos puentes.
El centro de la ciudad esta representado por el Corso Humberto, lleno de negocios, bancos, bares, oficinas y con algunos edificios de valor (Villa Pasquín, Salmon )
El centro histórico es muy particular, de origen medieval, con su bella Iglesia parroquial de San Pantaleón del siglo XV o XVI, de estilo románico, con tres naves y varias capillas. Un crucifijo de gran valor artístico se encuentra en la última capilla de la nave derecha que esta dedicada a San Juan Bautista. Esta formaba parte de la antigua capilla del Castillo situado al borde de la meseta, en la parte más alta, del que no queda ningún resto, solo en escritos y reconstrucciones gráficas de investigadores.
El centro histórico en donde se encuentra la graciosa iglesita de Santa Croce, tiene tal enredo de callejuelas que muchas veces me he perdido. Del periodo español se conservan puertas y ventanas de estilo gótico-aragonés, trabajadas con maestría por famosos canteros de la época. En una de las calles se encuentra la casa (por desgracia muy abandonada) de Melchiorre Murenu, un poeta extemporáneo, macomerese, que vivió en 1800 y que por su calidad literaria y por ser ciego se le denomina el Homero de Marghine.
Al sud-oeste el barrio residencial de Santa María con sus deliciosas villas rodeadas de jardines que en primavera estallan de flores trepadoras y plantas de todo tipo: geranios, petunias, prímulas, rosas, camelias, buganvillas, etc. En el centro del barrio esta ubicada, entre pequeños prados verdes, la Iglesia de la Virgen del Socorro, la más antigua de Macomer, que ha sido restaurada hace poco.
Durante los años ochenta la ciudad se ha agrandado con un nuevo barrio el de Scalarba, encaramado sobre una colina en el norte-noroeste de la ciudad, detrás del cuartel militar. Las casas de Scalarba tienen la misma estructura, un huerto por la parte de detrás y delante un pequeño jardín.