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MI IDENTIDAD

Iraida Leonard San Martín

Mi vida es como un equipo de fútbol: Cuba es la "Defensa", el lugar donde nací, me eduqué hasta los dieciséis años, mi infancia y comienzo de la adolescencia fue un vivero donde la cultura en sus términos más amplios eran el alimento que me daban mis padres, mis abuelas; el amor por la literatura destacaba siempre en primera línea.-
Nueva York es la "Delantera", fue un encuentro-desencuentro fascinante, allí me hice mujer y me volví más madura, más entera, pero no acababa de encajar, no entre su gente, sino dentro de mi misma.-
Madrid, está en el "Centro" y aquí volví porqué a los dieciséis años descubrí en esta bella ciudad el amor por las palabras; la palabra que es la totalidad, ya que tienen vida propia y a las que no temo, aunque las respeto; me gusta pensarlas, para luego retarlas, jugar con ellas, discutir, bailar, amarlas...
Este romance entre ellas y yo venía desde lejos pero comenzó a materializarse en Madrid, en Sésamo, en sus tertulias literarias, me apasionaba la clandestinidad de las palabras, leyendo libros prohibidos en aquélla época, como: "Las Flores del Mal" de Charles P. Baudelaire, ¡el poeta maldito!...
Hubo un divorcio a medias de diez años; aunque continué un romance en inglés, pero recuerdo que en el año 76 mi madre estuvo un mes de vacaciones entre Nueva York y Miami y un día me dijo hija te quiero mucho, pero me tengo que marchar, y cuando regresó y me telefoneó dijo: ¡ Hay que alegría cuando me vi en mi querido Barajas!.-
Esa frase me hizo reflexionar pues a pesar de todos mis triunfos personales y logros sentimentales, me faltaba algo, y entonces recordé un libro de Lajos Zilahy "El alma se apaga", y comprendí que me estaba muriendo de añoranza, que necesitaba a Madrid, me invadió la nostalgia y recordé el año 60 y el compromiso de esta ciudad con el arte, la cultura en todas sus expresiones; de inmediato vino a mi mente Sésamo: vivero de escritores, de rebeldía intelectual, de gente con inquietudes que anidaron en Sésamo-Madrid, en aquél templo del existencialismo, donde su musa Juliet Grecco formaba parte del paisaje. Sésamo con sus ladrillos visto y una oquedad al fondo donde se encontraban unas tuberías al descubierto, lo cual era signo de belleza y sabiduría; todo esto me hizo sentir un gran anhelo de Madrid sin ella estaba vacía, porque en ella estaba mi yo.-
En este viaje–peregrinaje que comenzó en julio de 1960, he conocido continentes, acentos, lenguas todos me han aportado algo positivo, pero definitivamente Madrid es la que me ha hecho crecer y crear a mi modo. Aquí está mi identidad.-