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Townstories

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El Mercado de san Ildefonso y sus Alrededores

Antonio Machado Sanz.


Construido en 1835, era de estilo modernista, de una sola planta. Un año antes, a su alrededor en las calles de Corredera Alta de San Pablo y del Espíritu Santo, en ambas aceras, multitud de pequeños puestos ambulantes vendían sus mercancías diariamente, al aprobar el Ayuntamiento el libre comercio de los objetos del comer, beber y arder. Una multitud de amas de casa, por las mañanas, recorrían las calles seleccionando sus naturales avituallamientos, generalmente frutas, verduras, pollos, huevos y condimentos.

La comida principal, la del mediodía, estaba compuesta por el famoso cocido madrileño, para eso las compradoras tenían sus establecimientos habituales, eran las denominadas "TIENDAS DE ULTRAMARINOS", también existentes en ambas calles, se llamaban así por que en sus orígenes expendían productos provenientes de mas allá de los mares. En ellas las sufridas amas de casa compraban los ingredientes necesarios que eran los garbanzos, las patatas, el repollo, chorizo, huesos de jamón, morcilla y añadían, mediante la fritura de unas bolas de miga de pan con huevo y perejil, el conocido relleno o matahambre. Para el resto de avio de las comidas se las arreglaban comprando en los puestos de la calle o en el mercado. En el se encontraban las pescaderías, con sus dependientas gritando fuertemente su "PESCADO FRESCO".

En las calles, además de los vendedores se hallaban los tipos más peculiares que la mente humana pudo crear, desde los pobres mendigando una limosna, hasta la mujer que sorteaba mediante una baraja de cartas unos litros de aceite, unas conservas, unos pollos o un cordero. Al mismo tiempo, algún ladrón aprovechaba el regateo entre clientas y vendedoras para limpiar el bolsillo a las primeras. Los golfillos robaban alguna pieza de fruta. La propietaria del puesto salía corriendo tras de el. Comenzaba la persecución y el escándalo habitual. Eran también conocidas las discusiones que alguna vez llegaban a ser peleas entre las verduleras o fruteras por algún cliente que una había disputado a la otra, tirándose de los pelos.

El ambiente, rodeado de todos los olores imaginables, las moscas y avispas, recordaba al que durante la Edad Media debió presidir las ferias y mercados que semanalmente se organizaban en todos los pueblos importantes de España. Si bello era el panorama del mercado y sus calles aledañas en todo tiempo, era sobresaliente en el verano. Los colores y olores de las frutas inundaban todo el barrio. Las frutas y verduras eran traídas diariamente desde las huertas de los pueblos próximos. La variedad de ellas era tal que se podían distinguir, por ejemplo, entre las uvas las de albillo, las moscatel de Huelva o de Roma, las garnachas, las tintas o negras, etc.. A finales de los años 60 y con la construcción del Mercado de Barcelo se prohibió la venta ambulante y se destruyo el antiguo mercado de San Ildefonso, perdiendo con ello una de las estampas típicas de mi infancia.

Antonio Machado Sanz.