Blanca Núñez Miniaty
El mercado de Torrijos, sito en el corazón del barrio de Salamanca, entre las calles de Hermosilla y Díaz Porlier, antes Hermanos Miralles, alberga infinitas anécdota. Entre ellas una de mi adolescencia.
Mi madre solía mandarme a comprar fruta, verdura, pescado, o lo que hiciera falta para la comida diaria. En la Pescadería, siempre se afanaba por atenderme el marido de la propietaria; un chuleta de pelo engominado y bigote a lo Clark Gable. Y siempre me regalaba algo: unas sardinas, una pescadilla, y a veces algunas almejas. Hasta que mi madre me conminó a rechazar semejante generosidad.
Al día siguiente, con la timidez arrebolándome las mejillas me dirigí al mercado... Me atendió la mujer del bigotudo, una recia matrona a todas luces mayor que su marido, cuyo rostro se demudó cuando le expliqué lo que venía sucediendo. "Supongo que por equivocación ..." agregue tartamudeando. "Mira, nena"
Me dijo con firmeza y las manos en jarras, "esta, la próxima y todas las veces que vengas a comprar, te atenderé yo ¿Queda claro?"
Al llegar a mi casa con las truchas que me habían encargado, el paquete incluía, además, seis magníficas ostras. "Se acabó", tronó la autora de mis días, "nunca volverás a comprar en esa Pescadería; no estoy dispuesta a arruinar dos negocios al mismo tiempo, uno económico y otro matrimonial"