Townstories

Pocos metros faltaban para llegar a casa. Solamente tenía que atravesar la plaza de San Andrés, y por un momento, ese instante en que se pasa de la vigilia al soñar, y que las visiones plásticas que puedan aparecer, bien por vividas, reales, o imaginadas, surgen y me remontan a los tiempos en que, la mayor parte de mi vida se desarrolló allí, y, para no confundir las imágenes que recordaba, con las que ahora veía, cerré los ojos.

Aquella plaza, cubierta de hierba, donde las mujeres tendían las sábanas enjabonadas para que el sol las blanqueara, aquella cruz de granito, con su palo y faja cilíndricas, insertada en una peana todo ello bien labrado, y que chicos y grandes, respetábamos; hasta que llegó Nino, el hijo del fontanero, y, que junto con otros amigos se subieron a los brazos de la cruz y cayeron envueltos entre sus añicos.

Mi plaza, rodeada de frondosos árboles, y uno de ellos, era la gozada de todos los críos, era una morera, y, que los más osados nos subíamos a buscar sus sabrosas moras. ¡Sí, sí, nos subíamos!. ¡Qué buenas estaban!. Junto a la Iglesia, la huerta del Corbacho

Pero lo que más arraigado tengo en mi recuerdo, es el frente de la Iglesia, toda ella fortificada por un sobresaliente que hacía de banco, y que la gente, allí se sentaba, charlaba, cosía, contaba chistes, y tomaban el sol en los fríos días de invierno. En un lateral de la plaza, la escuela; en otro, mi casa; y, junto a ella, la famosa "Casa de los baños", un auténtico paraíso; recuerdo sus famosas bañeras, grandes, blancas. Eran de mármol.

¡Cuanta nostalgia!. Abro los ojos, y que tristeza. La escuela es un centro para la tercera edad. Los baños se han convertido en modernas viviendas. Algunos árboles sustituidos por farolas. La hierba se ha convertido en pequeños guijarros que indican el camino hacia la puerta de la Iglesia, ¡Menos mal que está remodelada de su abandono y que sigue con su culto!. Me entristece saber que ya no tañen sus campanas; pero eso sí, se celebran bodas de alta alcurnia.
Ya a la plaza no llega el "Trapero" con sus baratijas que extendía sobre la arena y que la gente del barrio rebuscaba algo interesante, a cambio del trueque de ropas y enseres viejos; porque los caminos están rodeados de setos, y bonitos jardines con olorosos rosales. Viéndola así se olvida el pasado. Sonrío y continuo mi camino.

Sólo, de tanto recuerdo, me queda un trozo de la cruz de piedra que una hermana mía aún conserva