Permítaseme el atrevimiento de llamarla mía, siquiera por los años que Daoíz y Velarde me brindaron su sombra mientras jugaba a las canicas en aquella tierra, que tanta sangre inocente recogió hace ya casi dos siglos.
Aunque cualquiera puede apreciar las modificaciones efectuadas en la plaza y sus calles limítrofes (Dos de Mayo, Daoíz, Velarde, San Andrés, Calle de Ruiz), pocos conocen que el marco de piedra de la estatua de Daoíz y Velarde fue la puerta de entrada al Parque de Artillería de Monteleón -situado allí mismo- frente a la que se manifestó el pueblo de Madrid pidiendo armas para defenderse de las tropas napoleónicas.
Quiero dedicar algo más que un fuerte reproche a los jefes militares españoles encargados de la guarnición de Madrid, especialmente al Capitán General Negrete, que acuartelaron a todas las tropas. Hay que resaltar las honrosas excepciones del Capitán de Artillería Velarde y el Teniente Ruiz, que desobedeciendo las órdenes salieron con su compañía uniéndose a la población civil que se estaba enfrentando a los franceses con piedras y navajas.
El alzamiento espontáneo de los madrileños al grito de "mueran los gabachos" trajo consigo una represión desproporcionada y brutal. Entre los centenares que cayeron, mencionar a los heroicos defensores Daoíz, Velarde, Ruiz y a la pobre Manuela Malasaña, costurera, fusilada por habérsele encontrado unas tijeras.
Acabo con un recuerdo emotivo para aquellos valientes paisanos, con un rotundo ¡NO! A LA GUERRA DE CUALQUIER TIPO y un beso para mi hija que nació en un dos de Mayo.