Inesperadamente, como se presenta un infarto, sin previo aviso, sufrí un ataque de nostalgia, quería recorrer la Plaza Mayor, mi plaza.
Había sido el lugar de mis juegos infantiles, los bancos pintados de verde donde me sentaba y había tenido mis romances de adolescente, donde la amistad con otras chicas había sido auténtica, y que yo con el correr del tiempo había idealizado sobremanera.Entré en la Plaza y pensé que me había equivocado de lugar. ¿Dónde estaban aquellas niñas jugando a la comba, que yo recordaba?... ¿...y aquellos chavales que dibujaban, con una tiza en la acera, un circuito para sus carreras de chapas?... Las casas típicas que bordeaban la Plaza, se habían convertido en Bancos o en Mac Donalds y ya no estaban aquellos balcones con primorosas barandillas de hierro adornados profusamente de flores y en alguna ocasión con la ropa tendida puesta a secar. Habían sido sustituidos por grandes ventanales de PVC. ¿Dónde estaban aquellas mujeres que al atardecer sacaban a la puerta sus sillas de anea y charlaban en una alegre tertulia mientras tejían interminables labores de ganchillo?,
¿dónde estaban los hombres que se reunían a beber en la Tasca del Tío Manuel (hoy convertida en Manu's Pub) que inundaba la Plaza de un rico olor a pescadito frito?.
Aun estaban las columnas de los soportales, claro, no habían podido quitarlas so pena de derrumbe, pero no conservaban ni un centímetro virgen, inundadas como estaban de graffitis con colores demenciales. Aquellas antiguas farolas alfonsinas habían sido sustituidas por unos grandes supositorios iluminados y yo sentí crecer dentro de mí la frustración, el desengaño y la ira, qué le vamos a hacer, todos somos humanos. Así que cogí una piedra y la arrojé con todas mis fuerzas al modernísimo farol. No acerté, claro me faltaba práctica..., pero una vez que descargué con la pedrada el coraje que llevaba dentro, decidí unirme al progreso y entré en el Manu's Pub, la tasca del Tío Manuel a endilgarme un par de cubatas.