He nacido en Turín, donde viví hasta la edad del servicio militar. Por lo tanto estoy acostumbrado a la bruma y el clima del Norte. Después vine a Roma y permanecí algunos años en el centro de la ciudad. Roma, llena de vida, de colores y de sol, me gusta mucho, así es que he decidido establecerme aquí y he comprado un apartamento en el barrio donde habito actualmente. La elección me fue dictada por numerosos factores. En aquel entonces el barrio estaba prácticamente en las afueras; era silencioso, tranquilo, con amplios espacios verdes. Las calles estaban llenas de pequeñas tiendas de artesanos y comercios con géneros de primera necesidad. Más allá de mi calle, alguna fábrica; luego pastos verdes y haciendas agrícolas. Había poco tráfico, privado o público, pero estaba bastante cerca del "Prati" y del centro, lo que me permitía ir hasta allí incluso a pie. Desde mi apartamento y desde la terraza del último piso, podía admirar la cúpula del Vaticano. La belleza de la vista, especialmente al atardecer, me producía una gran paz.
Ahora todo ha cambiado. Con el paso de los años, la ciudad ha crecido, englobando a mi barrio por completo. Han desaparecido las fábricas, las haciendas agrícolas y los pastos. Ha desaparecido el verde, y las pequeñas tiendas de artesanos han sido sustituidas por elegantes boutiques. Sin embargo, ahora estamos mejor comunicados con el resto de la ciudad. Tenemos servicios públicos, incluida la red metropolitana, pero el tráfico se ha vuelto caótico y ya no existen el aire puro y la tranquilidad.
Sigo viendo la cúpula del Vaticano, pero también veo una selva de antenas de televisión invadiendo los techos de mi vecindario.
En fin, que ahora tengo todas las ventajas y desventajas del progreso y mi barrio, (el Triunfal), es uno de los ejemplos más evidentes.
Luigi Paolini